viernes, 29 de octubre de 2010

Cap. 1.3: Tren de despedida

Irene se había despertado más pronto que nunca, eran tan solo las seis y media y ella ya estaba preparada para irse. Se iban hacia Madrid a las nueve de la mañana, había de aprovechar las dos horas que le quedarían junto a Salvador, por esa misma razón salió silenciosamente de el bungaló y se fue a buscar a Salva, mientras le llamaba al teléfono móvil. Este respondió rápidamente.
-          Cariño –dijo Salva-
-          ¿Ya estas despierto?
-          Claro, no he podido dormir pensando en ti…
Irene se fundía de amor. Llamó a la ventana de la habitación de Salva, y este se asomó a la ventana apagando el móvil.
-          ¿Qué haces aquí tan pronto?
-          Besar-te
Un cálido beso los unió. Las horas pasaron y era el momento de despedirse. Ninguno de los dos quería, pero no podían quedarse juntos. Él intentó decir-le que se seguirían hablando por teléfono, mail o carta si hacía falta. Pero Irene sabia que las cosas no serian igual y que tarde o temprano la llama de amor se apagaría.
Juan se despedía de su abuelo. Los dos se apreciaban mutuamente, eran uña y carne.
-          Bueno Juan estudia mucho –dijo Teo mientras le daba un abrazo amistoso-
-          Ya sabes que hago lo que puedo, pero que las notas no acompañan.
-          Bueno esfuérzate y veras como todo va bien.
-          Te echare de menos.
-          Espera –el abuelo entró y salió con una navaja- toma, te la regalo, es de antes de que conociera a la abuela, vigila que no te la vea mamá, y no la rompas, así estaremos juntos de alguna manera.
Se produjo otro intercambio de afecto entre abuelo y nieto.
Una vez la familia subió al tren, los adorables ancianos, saludaron con la mano hasta ver desaparecer el tren. Luna rompió el silencio.
-          Vamos Teo que nosotros aun tenemos trabajo que hacer…
-          Si cariño
Y cogidos de la mano los ancianos se marchaban de regreso al camping.
Aquel era un tren de despedida, más de cien personas se despedían de las vacaciones, de los amores, de la familia, de la fiesta y del sol, para volver a la rutina diaria. Era día trece y el cielo estaba nublado, dos días y empezaba el curso escolar. Habría reencuentros y todo volvería a la normalidad. A la aburrida normalidad. En estos momentos Irene se arrepentía de no haberse declarado antes a Salva. No pasaría un día sin pensar en el. Salvador.

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